Recorría un camino de tierra, entre dos trigales extensos que parecían no terminar, salvo por un cerro ubicado en el trigal de la izquierda. Mientras la luz del sol desaparece a cada momento y la luna inicia su salida, se escucha un aullido grotescamente intenso. Tengo miedo, no por estar solo en un lugar tan inhóspito, sino por la sencilla razón de no saber cómo fue que llegué ahí. Trato de identificar el sonido, completamente gutural y llego a la conclusión que no es ni canino ni felino… alguna vez lo oí, quizás en el Discovery Channel. En el momento que recuerdo que animal es el que hace dicho sonido, le veo sobre el cerro mencionado anteriormente: Un gorila. Estaba más menos a 600 metros de mí, pero aún así saque mi cámara fotográfica. Estoy enfocando, cuando veo en los ojos del mono que este ya me había reconocido. El simio brincó de manera intempestiva, llegando al camino y corriendo a toda velocidad. Me paralicé. se acercaba más y más. Y yo sin poder moverme. Estando a un par de metros el gorila salta por sobre mí y sólo en ese momento me doy cuenta del gigantesco leopardo que estaba a punto de devorarme.

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