El escritor sueña con mundos que jamás verá sino en su imaginación. Desea poseer virtudes y defectos que sus creaciones ya poseen. Cervantes quería destruir molinos con lanzas. Conan-Doyle queria fumar opio y tener un instinto deductivo ejemplar. Alan Poe queria enterrar viva a la gente tras grandes paredes de ladrillos. Quizás es por esto, por envidia, que el escritor utiliza el único poder que posee y, la gran mayoría de las veces utiliza esta omnipotencia para destruir al personaje, cuyo único pecado fue ser perfecto a los ojos del escritor.
Quizás por esto Dios no nos quiere.

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