Fue durante una visita al Palacio Cousiño, cuando noté una ausencia inesperada. Réplicas impresas en pendones reemplazaban algunas de las obras de Raymond Monvoisin, habitualmente exhibidas en la pinacoteca del lugar. “La prestamos al Bellas Artes hasta Agosto”, nos dijo la guía, “como parte de la exposición Episodio Monvoisin”. A veces, una omisión puede ser una invitación.



Episodio Monvoisin, un pintor francés en el Chile del siglo XIX es la primera gran exposición en Chile dedicada a este artista. Figura clave en los inicios del arte republicano, Monvoisin dejó una huella profunda y compleja. Reúne más de un centenar de obras provenientes de catorce instituciones y colecciones privadas. Es el resultado de una extensa investigación regional que permite observar no solo la trayectoria del pintor, sino también las tensiones y aspiraciones de una época.
¿A que vino Monvoisin a Chile?
Raymond (Raimundo, pa’ los amigos) Monvoisin llegó a Chile con una misión concreta. El gobierno conservador de Manuel Bulnes lo había contratado para consolidar la enseñanza del dibujo técnico —considerado clave para el desarrollo industrial— y fundar una academia de pintura que organizara y profesionalizara las artes en la joven república. Venía respaldado por una sólida formación académica y un conjunto de obras aceptadas en el prestigioso Salón de París.
Una llegada accidentada
Sin embargo, el trayecto no fue sencillo. Partió desde Francia con rumbo a Valparaíso, pero una tormenta en el cabo de Hornos y la enfermedad del capitán obligaron a desviar el rumbo. El barco desembarcó en Montevideo. Desde allí, Monvoisin decidió no arriesgarse nuevamente por mar. Continuó por tierra, llegó a Buenos Aires a mediados de 1842 y, en los primeros meses del año siguiente, cruzó los Andes hacia Chile. La travesía fue difícil, pero su propósito seguía intacto: contribuir a forjar un arte nacional desde una mirada académica europea.
Sin embargo, la institucionalidad no respondió como se esperaba. El contrato estatal se diluyó, y Monvoisin optó por canalizar su energía hacia la enseñanza privada y el retrato por encargo. Allí encontró su lugar. El país aún no contaba con una tradición pictórica consolidada ni con instituciones artísticas formales. Monvoisin supo llenar ese vacío: ofrecía técnica académica, solemnidad compositiva y, sobre todo, una imagen de prestigio para una clase que comenzaba a pensarse como dirigente. Pero su pintura no se limitó al retrato. También incursionó en géneros como la historia y la religión, aportando a la naciente república una visualidad ordenadora, heredera del modelo europeo.





Un retrato de época
Lo que se despliega en las salas del Bellas Artes no es solo una colección de cuadros: es una escena. La de un país que comienza a imaginarse a sí mismo con una estética importada, una clase política que busca solemnidad en sus retratos, y un pintor que —sin ser parte de ese mundo— lo representa con precisión y estilo. Monvoisin no solo aportó técnica; ayudó a configurar una imagen aspiracional para la naciente república. En sus retratos hay poder, hay artificio, pero también el intento de fijar una identidad visual aún en construcción.












Lo que la pintura oculta
La exposición incorpora también hallazgos de estudios técnicos realizados durante el proyecto Monvoisin en América. Radiografías y fotografías infrarrojas revelaron detalles invisibles a simple vista.


Por ejemplo, en el Retrato de José Manuel Ramírez Rosales apareció una ciudad oculta tras el paisaje final. En la grisalla Juana la Loca y la muerte de Felipe el Hermoso, se descubrió un retrato anterior bajo la pintura. Y en Elisa Bravo Jaramillo de Bañados se detectó un personaje eliminado en la composición definitiva. Estas modernas técnicas permiten comprender mejor el proceso creativo y las transformaciones de las obras a lo largo del tiempo. (Créditos: Eloisa Ide, Trinidad Pérez, Pía Monteverde y Carolina Correa – CNCR/MNBA)
Agradecimientos y Datos útiles:
Agradezco nuevamente al equipo de la Municipalidad de Santiago que facilitó mi visita patrimonial al Palacio Cousiño, y a la guía que, con gran amabilidad, compartió el dato de esta exposición —un hallazgo que ahora comparto también con ustedes.
La entrada al Museo Nacional de Bellas Artes es gratuita desde 2015 y no requiere reserva previa. El museo abre de martes a domingo, de 10:00 a 18:30 horas (último ingreso a las 18:20). Una excelente oportunidad para descubrir —o revisitar— este capítulo fundacional del arte en Chile, y entender cómo, desde los lienzos de un pintor francés, se empezó a trazar visualmente la idea de una nación.
Adelante estudios.